12 diciembre 2010

La grandeza de las cosas pequeñas

Foto: Roberto García Fadón (Flickr)

Ayer fui a cenar con unas amigas. Una de esas noches de conversación animada y profunda. En un momento dado alguien propuso un juego. Había que coger un libro de la estantería, sin mirar, el primero que tocasen tus dedos, abrirlo, señalar una frase sin mirar, y leerla.

Quedé atónita ante la frase que me salió, porque describe con una fidelidad que me emociona de dónde procede mi inspiración:

"Quienes, como yo, se sienten inspirados por la grandeza de las cosas pequeñas, la buscan hasta en el corazón de lo no esencial, allí donde, ataviada con indumentaria cotidiana, surge de cierto ordenamiento de las cosas corrientes y de la certeza de que es como tiene que ser, de la convicción de que está bien así."

El libro era La elegancia del erizo, de Muriel Barbery, una novela que no logró atraparme porque no podía creerme a la niña; pero cuya filosofía me gustó mucho, por eso lo leí entero.

Me encantan las cenas en las que surge una chispa que me inspira. Brindo por que haya muchas como esas.